Opinión

Los blancos de nuevo a tribunales

POR CRISTHIAN JIMENEZ.- ¿Y quién atiende el negocio?, gritó el judío cuando le confirmaron que todos los hijos estaban alrededor de su lecho de muerte.

Así como la bodega es base de sustentación económica familiar, el partido político oficial es cimiento de un gobierno.

En la historia partidaria nacional los fuertes liderazgos sustituyeron a las direcciones de las organizaciones políticas, salvo contados períodos como los de “la escuelita” de Bosch y los años en que a Peña Gómez lo mantuvieron lejos del Palacio Nacional.

Todos, al ganar las elecciones, acuden en tropel a los puestos públicos y refutan el “sacrificio” de mantenerse solo en los cargos partidarios con los más inverosímiles argumentos. Jeepetas, taconeo y altos sueldos es el credo.

Los locales, aquellos que permanecen abiertos, quedan para los amantes del dominó y de las tertulias políticas, desaparecidas después del milagro Netflix.

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en casi todo el trayecto de sus 16 años ininterrumpidos en el poder en este siglo, solo activaba a su poderoso comité político para decisiones puntuales. Sus principales autoridades en las máximas responsabilidades de poderes del estado y antes de su división, dominaron las pugnas grupales.

El Partido Revolucionario Moderno (PRM), “buen hijo” del PRD (lo repetiré hasta el cansancio), nació meses previos a las elecciones de 2016, con franquicia prestada, lo que limitó accesos a cargos de elección popular. Cuatro años después logra el triunfo, con alianzas en todos los niveles de elección.

La sed de 16 años fuera de las avinagradas “mieles del poder”, contado el período de su anterior ropaje, disparó las apetencias por cargos públicos, generándose disgustos desde la transición y consolidándose después de los decretos, sin que aún concluya. Los perremeistas, además, recelan de empresarios y aliados en importantes posiciones oficiales.

Las tres principales posiciones jerárquicas del PRM ocupan casi todo su tiempo en altos cargos y la alcaldía del Distrito Nacional. Sus salidas bomberiles son insuficientes y provocan la distracción del presidente Luis Abinader, de sus tareas presidenciales.

El expresidente Hipólito Mejía, disminuido como fuerza interna, se beneficia de estos desencuentros en el partido y en la administración pública.

En el vacío, aparece un actor, con un discurso que sintoniza con los rebeldes desempleados, pero que la mayoría de la dirección partidaria rechaza.

El comité nacional del PRM refrendó el viernes último la asamblea de delegados como método para escoger a sus autoridades y de inmediato Guido Gómez anunció que impugnaría ante los tribunales.

Eddy Olivares, pupilo de Mejía y también aspirante a presidir el PRM, se presume no desempolvará la toga y el birrete. Abinader recibió al exmandatario en la sede de gobierno el día de la definición del método de votación.

Abinader, centrado en soluciones a los problemas de alzas de los precios en los servicios y los alimentos de consumo diario, consecuencias de la pandemia de COVID y la guerra europea trata de evitar perturbaciones, pero se sabe que las principales soluciones pasarán por el despacho presidencial.

Hace meses se especuló que Andrés Bautista, primer presidente del PRM, podría haber entrado en alguna fórmula de destranque y de reivindicación personal.

José Ignacio Paliza, encargado administrativo de la Presidencia, luce activo en una campaña nacional, aunque resulta contraproducente ya que se afirma que aspira a ser el canciller del país a partir de agosto. Desde un avión es imposible presidir un partido en construcción.

¿En el PRM han pensado en Gloria Reyes?

Sólido perfil como funcionaria eficiente y respeto entre dirigentes y aprecio en las bases.

(Nuevos ruidos entre perremeistas y con los aliados por la ley de extinción de dominio).

Redacción

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